En el mundo emprendedor, cada vez está más asentada la figura del mentor, que se ocupa de facilitarle a los nuevos creadores de compañías la seguridad precisa a la hora de dar los primeros pasos y mejorar su posicionamiento en el mercado. Es preciso que también los emprendedores valoren si ese ‘padrino’ confía de verdad en el proyecto y no lo hace únicamente con fines económicos.
Los contactos, la confianza y la experiencia que acumulan pueden resultar esenciales para que un mentor te permita poner en marcha un negocio. Hay distintos tipos de mentores, por un lado los que han cosechado un gran éxito con sus propias empresas y ahora transmiten sus conocimientos a los demás, hasta los profesionales que respaldan las nuevas ideas desde las escuelas de negocio. Cada uno aporta una distinta visión, ya que los primeros se basan más en la práctica y los segundos resultan más técnicos.
Algunos expertos consideran que hay que desconfiar de aquellos mentores que reclamen un retorno a corto plazo, es decir, que quieran sacar provecho de su implicación en el proyecto. Debería realizarlo de manera altruista, ya que de lo contrario se trataría de un consultor más. Es posible que con el tiempo esa relación se afiance y cuando ocurra esto quizás ya pueda conseguir ciertos beneficios como puede ser una cierta participación en el negocio del emprendedor.
Resulta ideal recurrir a un mentor que tenga experiencia, que haya trabajado con otras startups y que además cuente con un amplio conocimiento de las áreas en las que se moverá la empresa en cuestión. Además, debe existir una química especial entre las dos partes, en donde el emprendedor tenga la difícil capacidad de escuchar y atender explicaciones, mientras que el mentor debe de proporcionar disponibilidad para el negocio. Su papel puede resultar de gran ayuda para temas de ventas, márketing, financiación y expansión internacional.