La figura del falso autónomo se está convirtiendo en algo muy frecuente entre los trabajadores de las empresas. A diferencia del resto de compañeros de la compañía, no cuentan con contrato de trabajo ni tampoco con ningún tipo de derecho de formación, médico, etc. El día que dejen de necesitar sus servicios pueden despedirle sin necesidad de abonarle el finiquito y sin posibilidad de recibir una prestación.
Realizan las mismas labores que cualquiera de tus compañeros, pero tienen la obligación de pagar la cuota de autónomos y el IRPF. Los derechos que aparecen en los convenios tampoco sirven para ellos, ya que no cuentan con vacaciones pagadas ni pueden cogerse días de asuntos propios, entre otras cosas. La empresa se frota las manos con este tipo de vinculación, ya que no tienen que afrontar las cuotas a la Seguridad Social y puede desprenderse del falso autónomo sin necesidad de preaviso y de finiquito.
Aunque las compañías habían optado por esta fórmula en los años más duros de la crisis, ahora este sistema se empieza a consolidar entre las empresas como si de un contrato más se tratase. Son muchos los aspectos que llevan a una persona a aceptar este tipo de empleos, como suele ser la necesidad o la ignorancia. Aquellos que se quejan por su situación ante los jefes son amenazados con despidos y con la contratación de cualquier otra persona incluso por menos dinero.
Desde el sindicato CNT advierten que aquellos que pongan su caso en manos de Inspección de Trabajo, con las pertinentes pruebas, tienen muchas posibilidad de ganar. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), en España hay unos 175.000 trabajadores por cuenta propia que desempeñan sus labores para una sola compañía, mientras que otros 100.000 son casi en exclusiva. No obstante, los registrados como trabajadores autónomos dependientes son apenas unos 15.000.