Ningún colectivo profesional se libra de los estereotipos, y los autónomos no somos ninguna excepción. Todos tenemos esa coletilla que repetimos una y otra vez, ya sea porque lo pensamos de verdad o porque hemos llegado al punto de que preferimos tomarnos las cosas con humor. De hecho, contar con un buen sentido del humor nos ayudará a sobrellevar mejor las visicitudes del día a día. Vamos a ver algunas de esas frases típicas de autónomos, a ver cuántas dices tú… y a ver cuántas encajan mejor en el típico perfil de cuñado.
Frases habituales de los trabajadores autónomos
Entre los trabajadores autónomos no faltan frases o coletillas sobre la gestión y el día de este tipo de trabajar. La “realidad autónoma” de estos trabajadores les da opción al autoempleo y otras muchas circunstancias, por lo que hemos querido recopilar las frases más habituales de los autónomos y con las que seguro te sientes identificado, presta especial atención:
El Gobierno me fríe a impuestos
No nos equivocamos si decimos que esta frase es de 1º de autónomo. Cualquier trabajador por cuenta propia se ha quejado alguna vez de lo mucho que debe pagar, y si nos comparamos con los países de nuestro entorno la indignación es todavía mayor.
Sólo con la cuota de autónomos o el IVA trimestral se va un buen pico, por no hablar del Impuesto de Sociedades, la Declaración de la Renta o las cotizaciones de tus trabajadores, si tienes algún empleado a tu cargo. Sin impuestos no habría educación, sanidad o infraestructuras públicas, pero el sistema parece mejorable.
Los autónomos somos héroes
Si la frase anterior era algo cuñada, esta lo es todavía más. ¿Qué concepto de héroe tenemos? Está claro que un autónomo es valiente, pues deberá asumir riesgos, abandonar su zona de confort e incluso renunciar a una nómina fija para dirigir su propia empresa.
Si la cosa sala bien, creará riqueza y generará empleo; si la cosa sale mal, el camino hacia la ruina se acortará. Pero de ahí a hablar de héroes, quizá sea un poco excesivo.
Me faltan horas al final del día
En ocasiones, el trabajo autónomo es realmente absorbente y nos vemos desbordados. Esta frase típica de los autónomos es un derivado del “me falta sueldo a fin de mes” que tantas veces hemos oído, y tiene varias soluciones.
Por ejemplo, aprender a organizarnos mejor y priorizar tareas para afrontar antes las verdaderamente importantes. Otra solución es aprender a rechazar aquellos proyectos que no nos aportan prácticamente nada, quedándonos con los que tienen más valor para el negocio. Así, tenemos tiempo para todo.
Los autónomos nunca nos ponemos enfermos. Somos indestructibles
Se trata de una verdad a medias, pues a diferencia de lo que pasa con los trabajadores por cuenta ajena, ver a un autónomo de baja suena a utopía. Como cualquier otra persona, un autónomo corre el riesgo de enfermar, desde un simple catarro a algo más fuerte como una gripe. Pero un día sin trabajar por enfermedad es un día sin sueldo. Y no solo eso, sino que el trabajo generalmente se acumula para cuando nos recuperemos. Eso sí, cuando trabajamos enfermos nuestra productividad se reduce y el trabajo no es tan bueno.
En los negocios no hay amigos
Esta frase es muy interesante. Es fácil que al comienzo recurras a la triple F (Family, Friends & Fools) para obtener el capital inicial de tu proyecto, y que te promociones mediante tus amigos. Pero también es probable que intenten “abusar” de tu amistad consiguiendo descuentos o precios muy favorables.
Es cierto que muchas veces acabamos haciendo precio amigo a nuestros conocidos -es una forma más de promocionar el negocio-, pero deberíamos ser capaces de diferenciar entre sentimientos y negocio.
¿Síndrome postvacacional? No sé de qué me hablas, soy autónomo
Acabamos con una frase que repetimos cuando nuestros colegas asalariados nos hablan del síndrome postvacacional y de lo mal que lo pasan cuando vuelven al trabajo después de un mes de vacaciones.
¿Recuerdas la última vez que encadenaste cuatro semanas sin trabajar? Pues eso. Uno de los grandes hándicaps del autónomo es que no tenemos vacaciones pagadas, así que estamos obligados a ingeniárnoslas de mil maneras para poder disfrutar de unos días de asueto sin que se resienta el negocio. Insuficiente para que aparezca el síndrome postvacacional.